Darío y el aprendizaje significativo
Comienza septiembre. Cuando Alemania invadió Polonia el 1 de septiembre todo cambió. Cada comienzo de curso es un cambio, para mí radical porque suele variar el centro y la localidad en la que intervengo. Hoy ha empezado para mí el curso 2022/23, todo un reto. Participaré en un programa de Acompañamiento, Orientación Personal y Familiar en dos institutos, mi función será prevenir el fracaso escolar y trabajar con el alumnado absentista, bueno muchas más cosas pero esas son las fundamentales. El curso pasado trabajé lejos de casa, de hecho entre semana me quedaba en Lepe. Afortunadamente este curso tengo los dos institutos a quince y veinticinco minutos respectivamente, un lujo poder disfrutar de la familia. Gano en calidad de vida. Espero aportar lo mejor de mí en un ámbito, el educativo, que me apasiona. Me apetece contarte un cuento que escribí para explicarme a mi mismo un concepto importante, muchas veces escribo para explicarme cosas, en este caso qué es el aprendizaje significativo. No es circunstancial que el personaje principal se llame Darío. Darío fue el primer maestro que conocí, incluso antes de ir a la escuela. Darío era amigo de mis padres y hubiese sido una buena influencia en su alumnado si la tragedia no le hubiese visitado en una piscina madrileña en la iniciada década de los ochenta. Vaya este cuento en memoria de Darío y como homenaje a maestras y maestros que hoy han comenzado un nuevo curso:
Darío y el aprendizaje significativo.
Darío era un maestro que había crecido en un pueblo costero. Recordaba con cariño las tardes después del colegio, cuando salía a pescar con su abuelo. Echaba de menos a su abuelo y recordaba como las gaviotas revoloteaban sobre la red repleta de arenques, mientras atardecía.
Estaba contento, empezaba a trabajar en una escuela. Tenía que sustituir a una maestra en un pueblo del interior, muy interior.
El día que llegó al centro le pusieron al día de sus grupos, empezaba con tercero A. “Agárrate, Darío. Menuda clase te ha tocado” le dijeron sus compañeros. Se agarró al temario. Entró en clase y efectivamente aquello era un caos, la primera semana sonreía cuando alguno de los niños se sentaba en su silla. Seguía agarrándose al temario. Tocaba hablar de la fauna marina. Aquella era su oportunidad. Nadie en aquel pueblo conocía mejor que él, el mar. Les habló de los cetáceos, nada; de las técnicas de pesca, nada; de Moby Dick, nada… No hacían caso. De entre el alboroto una niña preguntó:
Pero maestro... ¿qué es el mar?
Darío comprendió.
El mar es como una tierra de plastilina.
De repente, todos dejaron de hacer lo que quisiera que estuvieran haciendo. Darío escuchó un silencio que desconocía en aquella aula. Disfrutó del momento, se recreó y repitió.
El mar es como una tierra de plastilina, si lo pisas te hundes en él. El mar sabe a sopa de cocido cuando tu mamá ha echado dos veces sal. El mar tiene unas amigas que se llaman olas.
¡ Hola ! - gritaron todos a la vez.
El mar es tan grande que hay pescadores que están seis meses fuera de casa y no han pasado por el mismo sitio ni una vez.
Darío siguió contando qué era el mar. Prosiguió al día siguiente y cuando le tocaba hablar de la fauna africana, lo primero que hizo fue preguntar:
¿Sabéis que es el desierto?
¡No!
El desierto es un mar de arena fina.
Darío, al igual que sus alumnos aprendieron que era el mar o el desierto, descubrió que la base del aprendizaje significativo son los conocimientos previos.
Buen fin de semana, mejor principio de curso.
Gorka “maestrillo” Fernández Mínguez
P.D.: Este curso reactivo mi blog Complementaria, mi intención es publicar un post sobre Orientación Educativa los martes y un capítulo de mi libro Aprende y disfruta los viernes, te animo a visitarlo: complementaria.wordpress.com