Espero que estés teniendo una gran semana santa. Por aquí no dejo de llegar a mi cita semanal en esta newsletter, hoy sobre una experiencia en el aula.
Este curso estoy trabajando en un instituto (secundaria) y un colegio (primaria). Tengo más experiencia con adolescentes y en primaria me cuesta un poco más aunque me estoy poniendo las pilas. Tener una hija y un hijo tan cerca de la infancia (Candela está en 2ºESO y Mikel en 6º de primaria) me ha curtido para la intervención en estas edades. El director del colegio, tras la evaluación inicial, me comentó que tenían la necesidad de trabajar Habilidades Sociales con el grupo de tercero y Educación Emocional con sexto. Me puse manos a la obra y diseñé cinco sesiones de una hora sobre ambos temas. Los martes entraba en tercero y los jueves en sexto. La estructura del taller era: Meditación (tres minutos sentados, ojos cerrados y centrándonos en la respiración); Cuento introductorio; Dinámica relacionada con la temática y cerrábamos con una hipotética consulta relacionada con el tema a la que deberíamos dar entre todos una respuesta.
A los de tercero les dije que había dado clases a viejitos en una residencia; clases en la Universidad a futuros profesores; charlas en Bachillerato y docencia en Secundaria, pero que nunca había dado una charla a tercero de primaria, que me ayudaran. En la clase estaba María, una sustituta que como yo era la primera vez que entraba en aquella aula. Resultado: un auténtico desastre, no se respetaron los tres minutos de meditación, hablaban, se levantaban, se tiraban avioncitos de papel, alguno se levantaba a mirar por la ventana. Un auténtico caos. En mi vida he presenciado muchas aulas caóticas y no me ponen nervioso. Observaba. Les hablaba sobre lo que era la empatía y cómo me sentía en aquel momento. Fue una hora que transcurría lentamente, parecía que nunca se iba a acabar.
Al día siguiente fui adonde el Director y le planteé que aquel grupo no necesitaba un taller de Habilidades Sociales, lo que necesitaba era gestión del aula y hábitos fundamentales. Me comentó la situación y comprendí por qué aquella aula estaba como estaba, asertivamente le dije que me hubiese gustado saberlo con anterioridad.
A la semana siguiente había que cambiar de estrategia. Utilizaría el refuerzo positivo. Con la meditación les expliqué la dinámica. Apunté sus nombres en la pizarra y les dije que cada vez que viese que alguno de ellos estaba en silencio, con los ojos cerrados y sin apoyarse en la mesa le pondría un punto; que en cada sesión si irían acumulando los puntos, a ver quién era el que conseguía más puntos y que ya veríamos que regalo le daríamos.
Cambio radical, todos callados, con los ojos cerrados y centrados en la meditación. Alguno se despistaba pero no impedía el desarrollo de la actividad. Se consiguió crear un clima de trabajo adecuado y pudimos hablar de la habilidad social que tocaba “mantener conversaciones”. Las siguientes tres sesiones fueron mucho más llevaderas y todo porque se puso en juego el refuerzo positivo, ayudó que en el aula aquel día estaba Rocío, veterana maestra que conocía al grupo y el grupo le conocía a ella.
Sigo creciendo en el aula.
Buen finde,
Gorka “lengua de las mariposas” Fernández Mínguez
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PD: Ayer publiqué mi última conversación en mi programa de televisión. Hablamos sobre la Semana Santa.
Pues Gorka, seguimos con este tema pendiente desde hace años, ahora la cuestión ya no sólo es necesario abordarla con el alumnado, sino que somos los/as docentes quienes necesitamos ese refuerzo positivo. La situación actual de crispación social nos ha arrinconado y apartado de la riqueza del grupo social al que pertenecemos. Exijo un reseteo emocional.