Las monjitas de Belorado cantan en un concierto de Mario Vaquerizo
Viernes de correito.
Como en los dos últimos meses varias personas se han sumado a la newsletter me apetece darles la bienvenida y empezar la temporada hoy y no en septiembre. Quién sabe quizá así voy asimilando la vuelta. Gracias por estar ahí.
Taza de café, jazz de fondo después de haber salido a andar durante una hora. Me siento a escribir en esta nueva temporada que empieza (antes de lo previsto), ¿seré capaz de mantener el ritmo anterior de publicación? Un escrito a la semana para no perder el hábito de la escritura.
Cory Weeds asiente mientras sostiene su saxo. Como el resto de la gente cree más en mí que yo mismo.
Escribo en una mañana perdida de este verano que languidece, en Tosantos sobre la mesa de un salón en la casa rural de mis padres. Estos dos últimos meses he venido en varias ocasiones hasta aquí buscando una paz que he encontrado con creces. A finales de junio llegué y lo primero que hice fue ir al albergue parroquial en el que varias veces he estado de hospitalero asistiendo a los peregrinos que hacen el camino francés hasta Santiago. Tosantos es un municipio burgalés que está a cuatro kilómetros de Belorado. José Luis es el hombre, de unos ochenta años, que se encarga del albergue desde hace veinticinco. Los hospitaleros que le ayudamos en la tarea de atender a quienes caminan, solemos llevarle a misa al convento de las Clarisas en Belorado antes de realizar las compras para el albergue. José Luis es franciscano de la orden terciaria, una especie de monje seglar, de misa diaria y con una muy buena relación con las monjas de ese monasterio, que tanto han dado qué hablar.
Cuando me senté en la recepción del albergue no dudé en preguntarle qué le parecía la polémica del cisma de las monjas de Belorado. Se le cambió la cara, lo primero que me dijo fue que estaban excomulgadas y que debían irse del monasterio. Ni un ápice empático con sus amigas de antaño. Cargó tintas contra la abadesa; “tiene un punto de locura” dijo, “como puede ser que estos años haya echado a ocho monjas con la necesidad de vocaciones que hay” continuó. Me explicó que el obispo de Burgos había intentado sin éxito hablar con ellas, pero que se negaban. Las puso a caer de un burro. Me sorprendió la rigidez de su pensamiento y su alineamiento incondicional con el clero y no con las que hasta entonces habían sido amigas suyas.
Comí con mis padres, que siempre es un placer. Los tengo tan lejos… me eché una siesta y marché a las fiestas de Burgos a unos 45 km; había quedado con mi prima Sonia. Ese día empezaban las fiestas de San Pedro y San Pablo, fuimos en bus hasta el centro, picamos algún pincho regado con vino del lugar y nos acercamos al pregón de fiestas en la plaza Mayor. Mi paisano Carlos Sobera se encargaba de dar el pistoletazo de salida.
Después los fuegos artificiales.
Para terminar la jornada un plan que no me gustaba nada: concierto de las Nancys rubias con el extravagante cantante Mario Vaquerizo como líder del grupo. No me gusta ese tipo, no lo soporto. Daba vueltas a la idea de que el día iba a terminar de la peor de las formas. Pero de repente pensé en José Luis, en su cerrazón y cambié de actitud. Pensé: ¿por qué no darle una oportunidad a este tipo flacucho de pelo lacio? Eso hice, empecé a moverme al ritmo ochentero de las Nancys, llegó una parte de versiones que me encantó. La escenografía era interesante, con una pantalla en la que aparecían los videoclips de las canciones que iban tocando. Sonia y yo bailabamos pasándonos el katxi de kalimotxo, disfruté dándome cuenta de que a veces hay que dar una oportunidad a aquello que nos molesta, aquello con lo que no estamos de acuerdo. Pararnos, cambiar de perspectiva y fluir. En la gran pantalla parecían aparecer la monjas cantando a coro el Libre de Nino Bravo y todos los allí presentes fuimos un poco más libres despojándonos de nuestros dogmas. Terminé con un curioso día. Al día siguiente volví a llevar a José Luis a Belorado a hacer las compras, eso sí, sin pasar previamente por misa.
Buen finde, buen curso
Gorka “adelantado” Fernández Mínguez