Ayer fui a ver a un familiar al hospital, estaba en la segunda planta, concretamente en la habitación 274. Volví a pasar por unos pasillos y lugares que me resultaban familiares. En ese mismo hospital nació mi hija en 2010, un domingo de ramos a las 00:35. Fue un aparatoso parto, pocas veces he visto tanto coraje y entereza como mantuvo Elena, la madre, en aquellos momentos. Nunca llegué a entender por qué me dejaron acompañarla en el paritorio, cuando estaba siendo tan complicado. Lo cierto es que pude estar apoyándola. Hubo mucha tensión. Cuando todo terminó, ella y Candela, mi hija, fueron a la sala del despertar. Yo me senté en el sillón de una habitación, de aquella segunda planta que ayer pisé, y esperé dos horas. Dos horas en las que no hice nada. Solo pensar, sobre todo le di vueltas al hecho de que a partir de entonces era padre. No tenía un móvil inteligente, por lo que no pude distraerme en nada más que en mis pensamientos.
Ha cambiado mucho el mundo en estos doce años. No sé cómo hubiese pasado esas dos horas sin distracción alguna, ahora. Suelo ir a ver entrenar tanto a mi hija, como a mi hijo y me cuesta estar parado una hora y media sin hacer nada, además llevo meses sin redes sociales en mi móvil. Muchas veces me veo absurdamente revisando el Telegram o Whatsapp, que sí mantengo en el móvil, cada pocos minutos para ver si tengo algún mensaje nuevo. Tenemos dificultad para aburrirnos, para estar solos con nuestros pensamientos. Alvaro Neil “Biciclown” dijo en un directo en Youtube que una característica de una buena Salud Mental es saber permanecer en silencio con nosotros mismos. Un poco exagerado, pero quizá esté en lo cierto.
Curiosamente hay una constatación científica al hecho de que nos cuesta estar solos con nuestros pensamientos, hay personas que no son capaces de estar un tiempo sin hacer nada. Escuché a Jose Carlos Ruiz hablar sobre un estudio que se publicó en Science en 2014. El responsable de dicha investigación (Tomothy Wilson, de la Universidad de Virginia) comentó que los participantes demostraron de forma consistente que preferirían tener algo que hacer a no tener nada más que sus propios pensamientos por incluso un breve período de tiempo.
El trabajo realizado en Virginia comenzó con varias pruebas con estudiantes universitarios, siempre buenas cobayas, a quienes se encerró en una habitación pequeña con paredes blancas y se les pidió que se sentaran frente a una mesa y se entretuvieran con sus propios pensamientos. Después de seis, doce o quince minutos, se les preguntaba si estaban disfrutando ese tiempo y si era difícil concentrarse. En promedio, y en una escala de nueve puntos, sus respuestas estuvieron cerca de la mitad o peor.
Seguidamente, Wilson y su equipo, pusieron en marcha el experimento del choque eléctrico para intentar averiguar si la reflexión solitaria y tranquila es tan desagradable que las personas preferirían que ocurriera algo malo para divertirse, como aplicarse una descarga voluntariamente. Así, 18 de 42 personas, eligieron aplicarse a sí mismos al menos una descarga eléctrica suave en el tobillo cuando estuvieron solos durante quince minutos. Los responsables declararon que era como un choque de estática fuerte, no era una sacudida muy grande, pero sí un poco dolorosa (...) Parecía que preferían aplicarse los choques antes que aburrirse.
No todo el mundo tiene cierta incapacidad para la vida contemplativa. Existen hoy diversos centros de retiro en los que hay personas que pasan varios días sin hablar, solo meditando (o rezando). Existen personas cuya opción de vida es contemplativa, monjas y frailes. No tienen esa dificultad, pero me atrevo a decir que cada vez más tenemos cierto pánico a no hacer nada, a solo pensar, necesitamos estar haciendo algo: navegando, zapeando, whatsappeando… lo que sea, incluso aplicarnos una descarga eléctrica. Yo afirmo que soy distinto a aquel primerizo padre que se tiró dos horas en una oscura habitación solo, pensando en la que se le venía encima. Hoy sufriría algo más. Estamos en un mundo donde necesitamos recibir inputs continuamente. Algo que tiene que ver con la dopamina, algún día hablaré de ello.
En ocasiones cuando le retiro a mi hijo la Nintendo o el móvil, me dice ¡es que me aburro!, le contesto: pues abúrrete, aburrirse es bueno.
Buena semana,
Gorka “pasatiempos” Fernández Mínguez
PD: Esta semana hemos hablado en el podcast Conversacines sobre El retrato de Dorian Gray (película de Albert Lewin 1945 y libro de Oscar Wilde). Te invito a participar en el este podcast de cine sumándote al grupo de Telegram t.me/conversacines
PD1: Hoy, 3 de diciembre, es el día internacional del euskara y mañana el día nacional de Andalucía. Un fin de semana en el que se conjugan mis dos pasiones geográficas: Andalucía y Euskal Herria. Felicidades.
Me encanta hacer nada. Estar en babia es lo que me gustaría practicar más amenudo. Gracias por recordármelo.