Quien roba sigue siendo humano
El otro día en Instagram me encontré la siguiente frase: dejamos los libros sin supervisión, porque los ladrones no leen y la gente que lee no roba. Me sentí mal porque yo leo y he robado. Precisamente lo último que he robado ha sido un libro. También es cierto que a la biblioteca que se lo robé posteriormente doné una docena de libros ¿Se puede compensar el robo de un libro con la donación posterior de doce? Creo que no. Los dos son dos actos independientes que tienen un tratamiento individualizado.
Vi una entrevista al escritor Roberto Bolaño en un programa de una televisión chilena llamado La belleza de pensar que conduce magistralmente Cristián Warnken. El escritor dice que uno empieza comprando o robando libros y termina leyéndolos, pero en mi caso es una obsesión, compro libros y ni siquiera los leo, los acaricio. Tengo algunos libros que no he leído y sé que no los voy a leer jamás, pero los compro y de vez en cuando los ojeo. Más allá de que sea interesante esa reflexión sobre comprar libros y no leerlos, reconozco que a mí me pasa, Bolaño dice que uno empieza robando libros. Reconoce que roba libros.
¿Sabes cuál fue el libro que robé? Uno sobre ética, precisamente sobre ética: Ética para Amador, un libro que el filósofo Fernando Savater escribió para su hijo. El pensador donostiarra nos trae la reflexión del estoico Marco Aurelio: quien roba, miente, traiciona, viola, mata o abusa de cualquier modo no deja de ser humano.
Hace unos años Elena, hoy mi exmujer, de la cual tengo un hermoso recuerdo y afortunadamente mantengo una buena relación, tuvo que hacer un viaje de trabajo a París por una semana. Por aquel entonces yo trabajaba como autónomo diseñando formación online para el INTEF y podía organizarme para sacar unos días, creo recordar que llegué a la capital francesa el miércoles y nos regresamos el domingo. Ella trabajaba, yo paseaba por París. Recuerdo ocho maravillosas horas en el museo de Louvre y paseos en bicicleta junto al Sena. Por la noche cenábamos juntos, seguíamos paseando, llegamos al Hotel Ritz. Le dije que me estaba meando y que iba a entrar. Dudamos porque nos daba la sensación de que en un Hotel de ese renombre no nos dejarían entrar así como así. Pasé por la misma puerta que atravesó Lady Di cuando abandonaba el hotel para dar su último paseo en coche. Un majestuoso hall del que salía un suntuoso pasillo que llevaba a los servicios. Los servicios eran de un lujo exquisito y había una pila de toallas de mano para secarse, me llevé una; robé una toallita en el lavabo del Ritz de París. ¿Por qué? No lo sé, solo sé que me llevé un trofeo de aquel hotel, al fin y al cabo es mucha menos tela que un albornoz. Obviamente en este caso no devolví una docena de toallas al hotel, como hice con los libros. Aquí no había compensación al robo.
Aunque haya robado, sigo siendo humano.
Buen fin de semana:
Gorka “ladronzuelo” Fernández Mínguez