Soy dueño de mi destino, pero con suerte
Te lo conté en septiembre, últimamente no bebo alcohol. Concretamente desde el 3 de septiembre no he probado una copa. Se vienen tiempos difíciles: qué es una cena de nochebuena sin el vino blanco que acompaña a las gambas o el tinto al lechazo; qué es una nochevieja sin una copa de cava o unos cubatas después de las uvas. Lo sé, me va a resultar difícil mantenerme en mi propósito, pero lo voy a conseguir porque estoy muy alineado con mi objetivo. La adherencia a un objetivo es fundamental para su consecución, es una de las muchas cuestiones que aprendí del coaching. Recuerdas que intenté dejar el alcohol con anterioridad y fracasé, duré tres meses. El detonante fue un viernes a finales de febrero en el que bebí demasiado y después cogí el coche para llegar a casa. Tuve suerte. Hoy quiero hablarte sobre eso, concretamente sobre la suerte. Empezaré por plantearte un concepto curioso, la suerte moral.
Cuando leo una noticia de que alguien ebrio ha causado la muerte de otra persona en la carretera tengo cierta angustia, ya que yo podría haber sido noticia aquel día. En aquella noche de febrero yo cometí los mismos actos que esas personas que causan muertes bebiendo de forma irresponsable y conduciendo en estado de ebriedad. La diferencia en este caso fueron las consecuencias.
Con mi hermano que me acompañaba, tuvimos suerte, una suerte a la que los filósofos Bernard Williams y Thomas Nagel denominaron: suerte moral. Una persona tiene suerte moral cuando los que le rodean le aprueban en cuanto a lo moral a pesar de que lo que suceda dependa de factores que escapan a su control. Tuvimos la suerte moral de que en mi camino ningún coche se interpusiera; de que no hubiera peatones en mi camino a quienes pudiera lastimar.
El concepto de suerte moral nos mete en todo tipo de problemas y paradojas, porque es parte de nuestra naturaleza juzgar moralmente las acciones de los demás y tendemos a pensar que esos juicios morales que llevamos a cabo son únicamente por las cosas que están bajo su control, que las juzgamos por sus acciones, sus decisiones, sus palabras. Nos reconforta la idea de que nosotros mismos sólo podremos ser juzgados por aquellas cosas que están bajo nuestro control. Pero no es así. Tal vez lo que más peso tiene a la hora de juzgar moralmente a una persona no sean sus acciones sino las consecuencias de sus acciones. Consecuencias que en gran medida no dependen únicamente de la persona sino también del azar, de la suerte.
Cuando hablo de adherencia a un objetivo también me refiero al locus de control. Podemos tener un locus de control interno o externo. Por una parte es peligroso el extremo de creernos dueños absolutos de nuestro destino (bebo y no me va a pasar nada con el coche) como el extremo de creer que todo depende de la suerte (jugar a la lotería de Navidad para cambiar tu vida). Locus de control fue acuñado por el psicólogo Julian Rotter y hace referencia al grado de control que una persona cree tener sobre su propia vida. Personas con un locus de control externo tiende a pensar que los factores externos son los que mayor impacto tienen sobre su vida (la voluntad de Dios, la suerte, la alineación de los planetas), piensan que lo que hagan o dejen de hacer no tiene mucha importancia, por ejemplo la tradición me obliga a beber alcohol en nochevieja, es así y así tiene que ser. Por otra parte existen las personas que tienen un fuerte locus de control interno, personas que creen que los resultados de su vida dependen enteramente de ellas mismas (su carácter, esfuerzo, toma de decisión), por ejemplo decirme no bebo alcohol porque es más beneficioso para mí. Llegados hasta aquí a priori nos decantaríamos por tener un locus de control interno pero estaríamos obviando la anterior reflexión. Si pensamos radicalmente en esa opción podemos llegar a pensar que los pobres son pobres porque quieren, que quien está enfermo es negligente con su salud o que aquellas personas que son víctimas de la violencia tienen en parte la culpa por su falta de prudencia. Tenemos que tener en cuenta que hay fuerzas ajenas a nuestro control que inciden en los resultados. Yo tuve la suerte de no tener un accidente a principios de este año que poco a poco se consume. Quizá como con todo la clave resida en encontrar un equilibrio, ni dejarlo todo a la suerte, ni creernos dueños infalibles de nuestro destino.
Buen fin de semana,
Gorka “suertudo” Fernández Mínguez
PD: El artículo de esta semana lo que preparado tras el visionado de varios vídeos del youtuber Luis Marte 19 , al cual te recomiendo seguir.