En Aprende y disfruta, mi primer libro, contaba una anécdota que sucedió en la residencia Misericordia de Bilbao cuando trabajaba como terapeuta ocupacional. Una de las actividades que realizábamos en esta residencia se basaba en los principios de la musicoterapia, los miércoles por la tarde Jose Antonio y su acordeón recorría la residencia con ritmos añejos, de la época de los mayores.
Ay, se me saltaron lagrimillas sin ni siquiera pensar en ninguna canción en concreto.
Tú sabes más que yo de eso, seguro, pero pienso que igual que determinadas heridas físicas necesitan limpiarse para que curen de verdad (aunque lo de echarse alcohol duela), con las heridas emocionales pasa lo mismo. Y a veces una canción puede tener ese efecto catártico y sanador, aunque nos remueva el alma (o, quizás, precisamente por eso).
La música amplifica la emoción. Además es terca respecto a la memoria seguro que has visto a esa anciana con Alzheimer que baila el lago de los cisnes https://youtu.be/_5AiOs-MW2E?si=QclSc4tJ3eF_NBOT
Ay, se me saltaron lagrimillas sin ni siquiera pensar en ninguna canción en concreto.
Tú sabes más que yo de eso, seguro, pero pienso que igual que determinadas heridas físicas necesitan limpiarse para que curen de verdad (aunque lo de echarse alcohol duela), con las heridas emocionales pasa lo mismo. Y a veces una canción puede tener ese efecto catártico y sanador, aunque nos remueva el alma (o, quizás, precisamente por eso).
La música amplifica la emoción. Además es terca respecto a la memoria seguro que has visto a esa anciana con Alzheimer que baila el lago de los cisnes https://youtu.be/_5AiOs-MW2E?si=QclSc4tJ3eF_NBOT